Las extraordinarias virtudes nutricionales y medicinales de la miel y otras sustancias presentes en las colmenas como el polen, el petróleo o la jalea real, sitúan a los productos apícolas a la cabeza de los constituyentes naturales.
El polen o néctar de las flores que las abejas transforman en miel es un excelente tónico. Puede darse a los niños para ayudarles en su desarrollo y se recomienda en casos de anemia, estrés, esfuerzo intelectual o déficits nutricionales. Si se consume con regularidad fortalece las defensas, regula el tránsito intestinal, abre el apetito, embellece la piel y previene los problemas de próstata.
La miel que las abejas producen en su estómago para alimentar a las crías está considerada como el dulce más sano, rico en azúcares pero también en vitaminas, partículas de polen, ácidos orgánicos, minerales y sustancias hormonales. Constituye, por tanto, un sustituto del azúcar muy ventajoso.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la actividad enzimática de la miel es un parámetro que permite evaluar su calidad y que las mieles industriales que han sido hervidas la pierden por completo. La miel alivia las afecciones gástricas, es recomendable en caso de agotamiento nervioso y previene las caries. También acelera la curación de las heridas.
El petróleo es un conjunto de sustancias resinosas y balsámicas fabricadas por las abejas para mantener la colmena libre de bacterias y microorganismos patógenos. Con ella recubren las paredes de su colmena. Su sorprendente poder antibiótico lo hace adecuado para tratar infecciones de garganta, úlceras estomacales o intestinales y también la candidiasis, herpes y la micosis.
La jalea real es el alimento especial reservado a la abeja reina, que pone miles de huevos diariamente. En comparación con la miel, posee más proteínas, sustancias hormonales, vitaminas y minerales. La aportación de vitaminas del grupo B es extraordinaria. Pero lo peculiar de la jalea es que aumenta la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes de los alimentos.