Pero la experiencia demuestra que conviene ser previsores e incluir algo a menudo olvidado: el botiquín, pues sin él un pequeño contratiempo puede convertirse en un problema para arruinar la salida.
Los rasguños, las quemaduras solares, las caídas, las rozaduras, los dolores musculares o una migraña por insolación son algunas de las afecciones más frecuentes que se pueden manifestar cuando se realiza una excursión. Por eso es importante llevar siempre algunos aliados durante la ruta.
Un botiquín de excursiones puede componerse íntegramente con productos naturales, a base de plantas medicinales. Muchas veces las mismas plantas de este tipo son ideales para cualquier tipo de controversia que pueda surgir durante el viaje o el recorrido.
El aceite de hipérico, por ejemplo, resulta de gran ayuda en caso de quemadura solar, contusiones o moratones. Bastará con aplicarlo en masaje sobre el área afectada dos veces al día, hasta que remita. Para cuidar la piel pocos remedios son comparables a los que ofrece la caléndula, ya que puede acelerar la curación de picaduras de insectos, arañazos, desgarros, contusiones y también quemaduras.
Una bella planta de montaña, el árnica, destaca por su poder antiinflamatorio, analgésico y cicatrizante, y por ello no estará de más llevarla en pomada, que se puede aplicar para aliviar golpes, contusiones, pero también dolores de espalda o extremidades, rampas, luxaciones y tendinitis. Es igualmente eficaz para la piel irritada y cicatrizar las heridas leves.
El jengibre es un estimulante digestivo que los herbolarios recomiendan para mitigar las sensaciones de mareo y vértigo, y que ayuda a superar el mal de altura y a evitar los vómitos. Además, es un recurso ideal para bajar la fiebre.
También un frasco con cápsulas de bistorta, un poderoso astringente, será la salvación para atajar la típica diarrea estival, como también para detener las hemorragias leves.